lunes, 11 de febrero de 2013

Introducción a la ética

Elaborado por Pedro Moran Rosas
Licenciado en Pedagogia 

Se habla constantemente de que la gente tiene que aprender a vivir en armonía con sus congéneres, que debe de saber actuar ante los demás con tolerancia, solidaridad, lealtad, etc., que los individuos, miembros de una sociedad, deben de ser buenos patriotas y ciudadanos, que la familia al ser el núcleo de la sociedad se convierte en el primer espacio de formación del individuo social, entre otras cosas, sin embargo nadie proporciona las pautas para saber vivir ni convivir con los demás, ni de cómo actuar asertivamente, esto se va generando en los individuos en su interacción social. Se va creando, por un proceso de internalización, un mundo moral que nos orienta acerca de qué hacer en una determinada situación, es un aprender a ser que se va edificando, se va construyendo a partir de nuestras experiencias de vida, de la forma en que vamos aprendiendo a percibir el mundo.

 Sin embargo la visión que se va creando no siempre corresponde con la realidad, sino a percepciones de nuestros padres, que a su vez aprendieron de los suyos, formas de apreciar las situaciones, el contexto, la vida. Este tipo de aprendizaje cotidiano se va introyectando en nosotros, de tal manera que terminamos por creer que es así. Por ejemplo la abuelita que va la tienda a comprar dulces con su nieta de cuatro años y que de regreso a su casa pasan por un lote baldío, la niña se concentra en donde pone los pies, la abuela se da cuenta de que el terreno presenta dificultades y alerta  a su nieta “¡fíjate donde pisas! La niña voltea a ver a su abuela y al hacerlo se tropieza y cae, al hacerlo se golpea el rostro, porque no puede meter las manos ya que las lleva ocupadas con lo que le compro su abuela, y el dolor se apodera de su cuerpecito. Un señor va pasando al momento que ocurre esto e intenta ayudar a la niña, sin embargo se detiene ya que oye que la abuela se ríe al momento que dice ¡te caíste mi hija! Y la nieta voltea a ver a su abuela e intenta reírse con ella. El señor que presencio el evento tal vez no concuerde con la actitud de la señora, ya que para él el hecho de que alguien se lastime no le resulte gracioso. Pero es precisamente la diferencia de percepción lo que hace que las personas actúen de tal o cual manera, es la forma en que fuimos educados, en el caso anterior la abuela esta educando a la niña, le esta diciendo sin decirlo: hija, cuando alguien cae hay que reírse. Son formas de pensar que orientan nuestro actuar.

 Es aquí en donde nos preguntamos ¿qué ciencia es la que se encarga de estudiar este contexto tan complejo? ¿qué área del conocimiento humano nos puede dar las pautas de acción para no caer tantas veces en el error o por lo menos a que nos equivoquemos menos? La respuesta se encuentra en la ciencia en general, ya que las diversas actividades disciplinarias que el hombre realiza para estudiarse a sí mismo se han encargado de analizar desde un enfoque distinto los mismos fenómenos. Pero existe una disciplina que integra los resultados de dichas investigaciones en el estudio de ese mundo moral, de ese deber ser, de esa búsqueda por ser mejores para nosotros y ante los ojos de los demás. Tal ciencia tiene como objetivo analizar la forma en que los individuos van conformándose en términos morales, los actos que realizamos buenos o malos, los juicios de valor que vamos creando, la forma en que debemos de proceder para vivir bien. Cosa difícil de lograr con solo nuestro sentido común, ya que lo que puede ser bueno para nosotros puede ser nefasto a los demás, es por ello que la reflexión que se inicia en el plano de esta ciencia, de la que se viene hablando, permite a las personas anticipar, sino prevenir o explicar, las consecuencias que pueden tener los actos que llevamos a cabo cotidianamente. Tal ciencia es la ética.

Hasta este momento se puede pretender que el solo estudio de dicha ciencia nos puede formar mejores personas, que el abordar sus contenidos nos permitirá actuar siempre con justicia y equidad, que nuestra vida, en suma, se va a ver beneficiada por obra y gracia del bien, en detrimento del mal. Pero esto no es tan fácil, ya que si bien los resultados que se han encontrado por los diversos pensadores en torno al vivir feliz son vigentes, no siempre se pueden aplicar de la misma manera.  Esto debido a que las condiciones sociales son cambiantes y lo que era bueno en un momento determinado, puede ser malo en otro o viceversa. Doy un ejemplo; en México, en la década de los setentas era común ver a los jóvenes vestidos de camisa y pantalón de terlenca, zapato negro boleado y suéteres de lana, así un adolescente que vistiera con pantalón de mezclilla, en aquel tiempo, era visto con ojos de miedo, ya que se pensaba que era un delincuente o drogadicto. Al pasar los años esta forma de vestir se fue imponiendo con la consabida alza de precios de la mezclilla y el abaratamiento de la terlenca. Cabe mencionar que ahora la gente que usa una determinada marca de pantalones de mezclilla, muy conocida por cierto, es vista con admiración por su alto costo, cuando en la época a la que hago mención era de lo más barato (25 pesos). Por esta razón no se puede pretender elevar a dogma un criterio, una sola respuesta ante el actuar y vivir bien. A lo largo de la historia se han generado distintas propuestas ante el problema de cómo vivir.

El estudio de la ética nos permite reflexionar ante las diversas situaciones que se nos presentan y darnos alternativas o cursos de acción para no dejarnos llevar solo por el sentido común, que si bien es necesario, nos hace caer en “pecatas minutas”1, la ética nos orienta hacia el análisis de nuestros actos para no ser injustos con nosotros ni con los demás.

1. Pecados menores

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